Hemos
estado desyerbando con Camila muy frecuentemente y hemos conversado sobre la
maleza. Es un nombre que definitivamente viene de la palabra mal y aunque me
obsesiona la proclividad de la humanidad por el maniqueísmo, de eso no voy a
escribir en esta ocasión sino sobre el uso del lenguaje para denominar ciertas
cosas que reciben un status debido al nombre que les ponemos.
Entiendo
a quienes dicen que es sólo un nombre y no hay que meterle tanta alharaca,
máxime cuando hay cosas más importantes que hacer y en qué pensar pero me
resulta trascendente abordar este tema porque creo que “el lenguaje no es
inocente” y detrás de las palabras se pueden develar intenciones conscientes o
inconscientes que forman parte de la memoria o de la actualidad de los
sistemas.
Se
que al meterme en las sutilezas del lenguaje corro el riesgo de caer en
tonterías como la del Presidente de Venezuela cuando dijo “millones y millonas”
de venezolanos pero prefiero correrlo a dejar pasar por alto mi inquietud sobre
la palabra maleza y otras tantas que, por decir lo menos, me llaman la
atención.
Ahora bien, es evidente que se le llama maleza a
esa hierba o a esos arbustos que nacen por ahí y que, según algunos, no sirven
para nada o le hacen daño a los cultivos. Es fundamental empezar por anotar la
relatividad del concepto porque, por ejemplo las moras, las frambuesas o las
fresas pueden ser consideradas como tal cuando ponen en peligro un cultivo pero
cuando uno las prueba, sólo la terquedad, la arrogancia o la conveniencia,
podrían seguir dictando que esas mágicas frutas están asociadas con el mal.
Tarta de frambuesas cosechadas por Camila y Yo
(arriba) en un almuerzo familiar de domingo (abajo) y como invitada de honor, La
Abuela materna de la familia quien me ganó un partido de ajedrez de más de una
hora, esa misma tarde
Pero
creo que no es suficiente con anotar que la maleza no es mala (o buena) en sí
misma sino según el contexto. También creo que se podría afirmar que esta se
convirtió en un estorbo cuando la humanidad decidió cultivar, porque imagino
que antes, todas estas hierbas y estos arbustos no eran más que una de las
múltiples presencias silvestres que vivían armónicamente con toda la naturaleza
sin la intervención desmesurada que ahora ejercemos sobre lo que sea un
obstáculo para el, mal llamado, desarrollo.
De
hecho sería posible que, si las plantas y los animales se pudieran defender más
efectivamente contra los humanos, nos declararan maleza y ese podría ser el
apocalíptico final de nuestro inconsciente paso por la tierra.
Y
hablando de inconsciencia, no queda sino referirse al descaro del Presidente
que pretende insultar a la comunidad negra y a la gente en general con una
acomodaticia manipulación del lenguaje, nada inocente, al afirmar que en su nuevo
gabinete hay dos negros en las carteras de Interior y de Minas; decirle negros
a Gómez Méndez y a Acosta es como negar la magnificencia de las frambuesas e
insisto en que ello sólo es posible cuando median la terquedad, la arrogancia o
la conveniencia y las tres son muy comunes en los politiqueros en reelección
que son como el matamalezas químico que sólo aniquila lo que estorba, daña la
tierra y logra un resultado eficiente, sin importar si este es consciente con
el equilibrio de la vida.
Relatividad de
la palabra vejez: La Abuela cortando el pasto de su casa en un tractor.
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