En
Italia se vive el catolicismo en cada esquina o al menos se ven los íconos
cristianos por todas partes y ello forma un escenario apropiado para
reflexionar sobre la religión y la espiritualidad. Últimamente he querido
aplicar algo similar a un principio de caridad a todos los preceptos religiosos
que conozco y en vez de rechazarlos automáticamente, como lo hice por años,
hago un intento consciente por buscar el mensaje que mi Poder Superior quiere
enviarme a través de la limitada semiótica de las religiones.
Quedarme
en la tibieza de la literalidad religiosa y rechazarla de plano sería lo más
fácil pero buscar el sentido universal de los mensajes de las religiones es un
reto espiritual que demanda paciencia y creatividad.
En
el camino de la búsqueda de Dios he pasado por acercarme a diversas religiones
y prácticas espirituales y he concluido que lo más familiar para mí es el
catolicismo. Aunque mi entorno próximo no es asiduo en las prácticas de la
religión, hay símbolos muy cercanos como darse la bendición para invocar a
Dios. Yo lo hago, no invocando al Padre al Hijo y al Espíritu Santo que son
parte de un mito que no me conmueve.
Para
invocar a Dios, también pongo mi mano en la frente, haciendo una veneración al
lenguaje a las ideas a la intelectualidad, luego llevo mi mano a la boca del
estómago, recordando el cuerpo que me sirve y al que le sirvo, con el que tengo
una permanente conversación y luego paso por el corazón para recordar que no
soy sólo cuerpo y pensamiento sino que mis sentimientos juegan una parte
fundamental dentro de mi existencia. Finalmente beso mi mano para hacer una
reverencia a todo y a lo desconocido que no puedo afirmar ni negar, que no
puedo describir, que no puedo defender, sólo puedo creer en ello porque intuyo
que hay algo más allá del cuerpo, la mente y los sentimientos y no necesito
entenderlo, incorporarlo o sentirlo, ahí está y mi fe consiste en buscar una
mayor consciencia de ello.
Llevo
días conversando con la idea católica que propone la vida eterna y el
correspondiente cielo e infierno para unos y para otros, según sus acciones en
vida terrena. Ese mito no me convence porque para mí no es necesario
comportarme bien toda la vida para acceder a una mejor vida. Yo quiero acceder
a una gran vida todos los días, desde que me despierto hasta que me acuesto
aplico lo que creo que quiere comunicar la idea de la eternidad porque en un
solo día ocurre todo el milagro de la vida, en veinticuatro horas pasa todo lo
que le puede pasar a un ser humano, lo evidente y lo desconocido, y sólo por
hoy voy a tomar las decisiones que me permitan vivir tranquilo y voy a aceptar
las consecuencias de ello.
“Cuidad
este día, porque es vida de la vida.
En
su breve curso, se hayan todas las realidades y verdades de la existencia,
la
bienaventuranza de la perfección, el esplendor de la acción, la gloria de la
fortaleza, porque el ayer, no es sino un sueño y el mañana tan sólo una visión,
pero
el hoy bien vivido hace de cada ayer un sueño de felicidad,
y de
cada mañana una visión de esperanza.
Cuidad
bien, por tanto, este día.”
Este proverbio sánscrito que me permito citar
define con fuerza iluminada todo lo que me ocurre en un día, describe la
totalidad de eventualidades que se me presentan en veinticuatro horas y, para
mí, comprende la grandeza de la eternidad, de hecho puede conllevar algo
parecido al cielo y al infierno porque en un mismo día puedo pasar por momentos
que no me gustan y por otros que aprecio pero no creo que sea necesario
catalogar como bueno y malo lo que me va ocurriendo, ese ejercicio me hace
daño, prefiero tratar dejarlas como cosas que ocurren y no hacer el intento de
clasificarlas, sólo pasan.
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